A cuatro décadas de su debut como luchador profesional, Raúl Álvarez Torres, mejor conocido en el mundo del pancracio como el “Dragón de Oriente I” abrió las puertas de su corazón y contó parte de su historia como leyenda de la lucha libre mexicana.
En un sillón, rodeados de historias y momentos plasmados en fotografías, imágenes y dibujos. Cerca de piezas y trofeos llenos de misticismo, el Dragón de Oriente con su porte de elegancia que lo caracteriza: ropa de vestir y unos zapatos relucientes que hacía recordar a las épocas del toreo de 4 caminos cuando las leyendas Blue Demon y El Santo llegaban con dicho porte a las arenas. Además de su ya distinguida máscara impecable, nos platicó parte de su trayectoria.
Su contacto directo con la lucha libre se dio a través de los íconos antes mencionados, pues los personajes fueron pieza fundamental del cine de oro mexicano y Raúl era fanático de dichas películas.
El camino hacia la leyenda: los nombres que marcaron la historia de Raúl en la lucha libre queretana
Raúl recordó los nombres que llegó a personificar antes de tomar el personaje con el que hizo historia, pues si bien su carrera comenzó por accidente como “Rey Cometa”, ya que el nombre en el que había pensado era “Cometa Halley”, pues siempre se ha declarado aficionado de la astronomía. Sin embargo, cuando le preguntaron por su nombre de pila “en vez de decir ‘Cometa Halley’ ya nada más dije ‘Rey Cometa’ y lo dije con miedo, honestamente”.
Su cambio al personaje que lo ha catapultado a ser nombrado por la afición como “leyenda de la lucha libre queretana” también se dió por casualidad: “fue un regalito de Dios” comentó. Pues posterior a una petición para cambio de nombre ante la comisión, él, acompañado de su hermano y amigo, quienes formaban la tercia de los “dragones del oriente”, fueron llamados para hacer dicho cambio. Sin embargo, a Raúl le dieron el personaje de “Dragón de Oriente I” cuando Marcelino, su amigo, era el dueño del concepto, por lo que a Raúl se le otorgó la batuta del equipo desde el principio.
Debut en el ring: recuerdos vergonzosos y lecciones aprendidas en la carrera de Raúl Álvarez
Raúl Álvarez recuerda su debut en el ring como un momento vergonzoso, pues un 15 de octubre de 1983, en una lucha de regalo, fue cuando subió por primera vez a un cuadrilátero. “Las zapatillas azules con vivos blancos y peluchito, las mallas bien pegaditas - de manera sarcástica - la botarga blanca y la máscara amarilla. Yo parecía una caja fuerte, sin combinación” comentó entre risas. Además mencionó que agradece el no poseer fotografías de ese momento, “me daría pena mostrarlas”.
Su paso por Triple A, una de las empresas de lucha libre más importantes del país, lo recuerda como una etapa de aprendizajes y grandes vivencias. Rememoró cuando abría las funciones en otras ciudades en la lucha local, que regularmente eran las primeras, mismas que no eran televisadas, y al final del encuentro daban inicio con la función con el grito “Ahora sí, ¡comenzamos!”. Raúl comentó que sentía el feo que no se tomaran en cuenta dichas luchas, sin embargo, “es parte de sus políticas”.
Después de casi cuatro décadas de carrera ¿Cómo describiría su viaje en la lucha libre?
Algo hermoso, como cuando tienes harta sed y estás haciendo algún deporte y alguien, sin pedirlo, te dicen “¿Quieres un vaso de agua?” y lo tomas. Así es la lucha libre para un luchador. Cuando haces clic con la gente, eso es lo más bonito y obvio es la mejor paga, pero de eso no vives, pero sí es lo más hermoso.
Viendo ahorita las fotos que tiene aquí en su cuarto vemos muchas caras conocidas ¿Qué luchadores han sido sus mayores retos a enfrentar?
El luchador más difícil eres tú mismo, porque debes creer en tí y muchas veces no subes con esa capacidad de creer, tú mismo subes derrotado ante el adversario o ante la gente. Te la tienes que creer ¿en qué? en tu capacidad. Obvio, sí, sería muy lógico que si no tienes esa capacidad, pues aunque te la creas no vas a ser algo.
Traigo muchas lesiones, un 19 de julio de hace trece años, me clavo en las butacas y me abro la naríz y la cabeza. Fue el precio más duro que he pagado en la lucha libre.
¿Por qué el precio?
Porque después de esa lucha fue un golpe tan fuerte que cambió mi vida como luchador, como padre de familia y como trabajador en una empresa.
Hay una forma de decir que el luchador quiere morir en el ring, muchas veces lo pensé y creo que muchos también. Pero ya cuando pasa el tiempo y lo ves a estas alturas del partido, no es bueno. Sí, te inmortalizan, pero nadie se quiere morir, yo lo veo ahorita como un poema, ya no como una realidad.
Nos comenta lesiones que lo han dejado marcado, pero ¿Qué significan para usted las coronas que deja la lucha libre?
Poéticamente pues nada, es para que veas quien fuiste. Pero como humano, eso es una friega. Son marcas, si alguien me ve lo primero que piensa es “éste señor era bien malo, ¿tantas broncas?”. Y, por ejemplo, hay lesiones que no se notan, los topes son arriesgados porque tratas de demostrar a la gente de lo que eres capaz.
Poéticamente podría ser una corona de una guerra, una victoria, de una derrota, no sé. Pero para tí, porque la gente que te ve te dice “éste ya camina medio chueco”.
¿Vale la pena arriesgarse?
Con la edad que tengo empiezas a pensar diferente y como luchador sí vale la pena, pero como padre de familia no, porque también ese mal ejemplo les enseñaste a tus hijos, eso les quedó. Yo ya estoy más grande, me veo e imagino que así van a quedar mis hijos, no puedes claudicar con el ejemplo de lo que tú mismo te hiciste como luchador.
En la lucha libre los insultos hacia los luchadores se viven en cada función, pero ¿Cuál es el insulto que más le ha dolido?
Perder la máscara te cambia mucho. No fue una ofensa, nada más me dijo una persona con los ojos mirándome: “Quítate la máscara, tu ya la perdiste”, “Tu no debes subir con máscara”. Fíjate, no es una ofensa, pero esa me dolió.
Con el tiempo me di cuenta de que a Raúl Álvarez, el Dragón de Oriente I, hasta la fecha, le dolió haber perdido su máscara, pero no lo acepta. ¿Por qué le dolió? Porque todavía se la pone, porque todavía la utiliza y ya no debe usar la máscara, ya la perdió. Esa máscara se fue en manos de mi hermano.
¿De qué se arrepiente el Dragón de Oriente I?
Hay muchas cosas de que arrepentirse, como en no ver más en él para irme a lo grande y olvidarse de lo que traes a cuestas que es la familia. Porque sí, llegué a irme a algunas giras, pero, pues tienes que regresar tanto por tu trabajo como por tu familia.
En eso me arrepiento, en no haber hecho lo que necesitaba el Dragón, pero si hacía eso tendría que haber dejado a mi familia.
¿Qué significa para usted el apoyo y la admiración de sus fans a lo largo de su carrera?
Es la paga más hermosa que no se le puede dar un valor económico, no sé cuántos admiradores puedo tener o tenía, pero tan solo con que te pidan una foto o un autógrafo. La forma en que te lo piden se oye muy trillado, pero haces clic con ellos y sientes muy bonito.
¿Qué pasará cuando el Dragón de Oriente I ya no exista?, ¿Qué legado deja?
A todos los luchadores con el tiempo los van a olvidar, hay muchos que ya están olvidados. Con el tiempo, pues a lo mejor, no me quiero ver vanidoso, pero me vayan a recordar los que me vieron y que veían lo que hacía.
Pero cuando ellos ya no platiquen de mí, el Dragón se quedará en la historia. Porque hasta estos trofeos que tú ves ahí ya después no los van a tener con el mismo amor que los tengo yo. Van a estar por ahí o van a desaparecer. Eso es lo que va a pasar con el Dragón en el futuro.
Comments