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Entre el cielo y el infierno: El último beso en Toluca

Foto del escritor: Angel RiveraAngel Rivera


El clima suele jugar con nuestra mente, en pleno invierno la sensación de fervor que se sentía en la piel de todos los metaleros que se conglomeraban a las afueras del foro pegaso en Toluca nos daba a entender que se viviría el último show de la denominada “banda más caliente del mundo”, las leyendas estaban a punto de abordar.


La ingenuidad de un adolescente que estaba por conocer a sus héroes le hace creer que la juventud supera a cualquier adversidad, sin embargo, el clima de Toluca a menudo traiciona

hasta a sus mismos habitantes.


Era la una de la tarde y en las instalaciones ya se encontraba el ambiente con artistas emergentes que daban todo de sí para que la gente que desconocía de su trabajo los volteara a ver y consiguieran enganchar a más fanáticos. La inmensidad de dos escenarios gemelos impone, de pronto entre tantas bocinas y sonidos guturales, ya no era fácil reconocer si la sensación en el cuerpo correspondía a la vibración del sonido o a los latidos del corazón.


Dieron las cuatro de la tarde y el aire frío comenzó a soplar a nuestras espaldas, esto nos dio un indicio de que era el comienzo de una noche fría. Pero esto no importaba, pues el calor de la multitud hacía que olvidaras todas las calamidades.


De pronto el escenario parecía un desfile de países, como si de un aeropuerto en plenas vacaciones se tratara. Artistas Irlandeses, Americanos, Suizos, Europeos y de otras partes del mundo invadían el centro de atención.


Era ya tanta la cantidad de gente, que al momento de voltear a ver no se encontraba fin a aquella masa enorme de gente, si intentabas ponerte una chamarra, detrás de ti había un par, o quizás dos, de manos que te ayudaban a colocártela sin ningún problema.


Tal vez el trauma de vivir en una ciudad en donde cualquier contacto físico es sinónimo de asalto hacía desconfiar un poco en dicho acto, a decir verdad, la gente toluqueña sigue siendo muy honesta, o al menos así lo era hace dos años.


Se llegaron las 6 de la tarde y en uno de los escenarios principales una banda de heavy metal cristiano llamada Stryper arribaba, como si se tratara de una maldición del escenario que se llamaba “Heaven Stage”, durante todo el acto hubo un sinfín de atropellos que hicieron que su show se tuviera que recortar. Sin embargo, la bendición se llevó a cabo mediante biblias que la banda arrojaba entre cada una de las interrupciones por los problemas de sonido.


La banda terminó su presentación, el frío yacía en las entrañas de todos los ochenta mil asistentes que estuvieron en el festival aquel domingo, pero la noche apenas comenzaba. En ocasiones el alcohol te hace hacer cosas inimaginables, alrededor se encontraba gente corriendo, aventando cerveza y orines, mientras que a las afueras del tumulto de gente

encontrabas a personas semidesnudas dormidas en el pasto, esto hacía recordar un poco a lo que se vivió en aquél infame Woodstock 99’.


Dieron las 8 de la noche y en el mismo escenario en donde hace apenas un par de horas habíamos sido evangelizados, se presentaba la banda de heavy metal satánico Mercyful Fate. King Diamond, el vocalista de dicha banda salía con una túnica roja y unos cuernos de chivo en la cabeza. En medio del escenario una cruz invertida encima de un pentagrama se hacía presentes, curioso es pensar que en esta presentación no hubo ninguna falla técnica y todo salió perfectamente bien.


La noche iba acechando, el mar de gente iba creciendo y las horas para el arribo de las leyendas cada vez se acortaba más. Al fondo se lograba percibir a bandas de ska en español como Panteón Rococó y Ska-P, pero la emoción se concentraba en el “cielo y el infierno”, por la traducción en español del nombre de los escenarios. El “infierno” era cerrado por la banda de Thrash metal Megadeth, en su presentación demostraron que el mote de “jinetes

del apocalipsis” era complemente apto para ellos. A pesar del reciente cáncer de garganta del vocalista, el sonido y poderío de la banda se hizo sonar durante 80 minutos continuos.


De pronto se llegaba la hora, después de 12 horas de espera, un frío congelador, en medio de gente con caras pintadas, que a decir verdad algunos parecían más pandas que estrellas de rock, pero el sentimiento era compartido.


Después de tanta espera y desmayos, la cortina con aquellas cuatro letras se hacia presente, en medio “KISS” en letras plateadas se visibilizaba. Era cierto, estábamos a punto de ver el último show de la banda norteamericana en tierras aztecas.


Sonaba “Rock and Roll” de Led Zeppelin y la gente sabía lo que estaba por venir. En medio de humo, fuego, plataformas voladoras y pirotecnia, Starchild, The Demon, The Catman y Spaceman hacían su regreso a México. La primera impresión fue decir “sus caras se ven mucho más blancas que en televisión”, como si se trataran de ángeles con caras brillosas, los cuatro veteranos del rock cerraban el cielo con sus más grandes éxitos.


Cinco décadas de carrera culminaban en Toluca, entre groserías y halagos, las leyendas se dirigían a sus fanáticos mexicanos con frases en español. El momento de la noche fue cuando de pronto aquel aro flotante se recorría de la zona general hacia el escenario y Starchild volaba por última vez, tener a el mismismo Paul Stanley enfrente de ti mientras canta “I Was Made For Loving You” es una sensación que jamás se volverá a sentir.


De pronto sonó “Rock and Roll All Nite” y lo no queríamos sucedió, después de casi veinte minutos extra a lo pactado de concierto, los cuatro ídolos se despedían de México. La

última palabra que se escuchó decir fue un “Fuck you, we love you Mexico” y entre humo, los cuatro septuagenarios maquillados, semidesnudos y en tacones desaparecieron para jamás

volver.

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